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Karen Horney: feminismo, psicoanálisis y maternidad

En el Día Internacional de la Mujer vale la pena rescatar el pensamiento de Karen Horney, la primera feminista del psicoanálisis. “Si tomamos consciencia clara de la medida en que todo nuestro ser, pensar y hacer se conforman a estos criterios masculinos, comprenderemos lo difícil que es que el hombre individual, y la mujer individual también, lleguen realmente a sacudirse de encima este modo de pensar”.

En 1885, cuando Sigmund Freud tenía 30 años, nació en Alemania una niña, Karen Danielsen. Esta niña, entre los tres y los cinco años de edad, descubrió (como todas las niñas, según el padre del psicoanálisis) que no tenía un falo, o que tenía uno atrofiado (el clítoris) y desarrolló, por tanto, la llamada envidia del pene.

Tiempo después esta niña, convertida en la psicoanalista Karen Horney, plantaría cara a Freud, discutiendo sus teorías y conviertiéndose en la primera feminista del psicoanálisis.

Al parecer, la madre de Horney, Clothilde van Ronzelen, tuvo mucho que ver con que su hija aprendiera desde joven a cuestionar la autoridad de los hombres. Clothilde, oponiéndose al criterio del marido (de quien posteriormente se divorció), alentó a Karen a entrar en el liceo de Hamburgo, que por aquella época había abierto las puertas a las chicas, y la apoyó económicamente para que luego estudiara medicina.

Desde el punto de vista intelectual, el feminismo de Horney (el apellido de su primer marido) se asentó sobre la obra del filósofo y sociólogo alemán Georg Simmel, quien subrayaba el carácter masculino de todos los productos culturales de nuestra sociedad.

El psicoanálisis es la creación de un genio del sexo masculino, y casi todos los que han desarrollado sus ideas han sido hombres. Es lógico y razonable que les fuera más fácil elaborar una psicología masculina y que entendieran más del desarrollo de los hombres que del de las mujeres”, escribió Horney.

De la envidia del pene a la envidia del útero

Al terminar sus estudios de medicina, en 1911, Horney comenzó un proceso de análisis con uno de los principales discípulos de Freud, Karl Abraham, pero terminó rechazándolo porque no aceptó que sus problemas se debieran a la envidia del pene, como el analista le proponía.

Aunque Horney, a su manera, fue fiel a los principales postulados del psicoanálisis, se encargó de darles un matiz propio, sobre todo en el sentido de destacar los factores culturales y sociales como elementos esenciales en la formación de la psique humana, distanciándose del enfoque biologicista de Freud. Donde había envidia del pene, Horney incorporó la envidia del útero:

Desde el punto de vista biológico la mujer tiene en la maternidad, o en la capacidad de ser madre, una superioridad fisiológica absolutamente incuestionable y de ningún modo despreciable. Donde esto se refleja mejor es en el inconsciente de la psiquis masculina, concretamente en la intensa envidia de la maternidad que experimenta el niño”.

Para Horney era un error que el psicoanálisis se basara en la diferencia genital entre los sexos:

Hemos omitido de nuestra consideración la otra gran diferencia biológica, a saber, los diferentes papeles que el hombre y la mujer desempeñan en la función reproductora (…) Al llegar a este punto, yo, como mujer, me pregunto asombrada: ¿y la maternidad? ¿Y la gozosa conciencia de llevar dentro una vida nueva? ¿Y la dicha inefable de esperar día tras día la aparición de ese nuevo ser?”.

La psicoanalista, que fue madre de tres hijas, consideraba que la maternidad representa para las mujeres un asunto vital mucho más importante en su desarrollo psíquico de lo que Freud suponía.

Para el padre (nunca mejor dicho) del psicoanálisis el deseo de tener un hijo solo se plantea a la mujer de forma secundaria, debido al desengaño por la carencia de pene. Para Horney, en cambio, la maternidad se trataba de un deseo “arraigado primaria e instintivamente en las profundidades de la esfera biológica”.

El miedo del hombre a la mujer

La posibilidad de ser madre no solo afecta, para Horney, el desarrollo psíquico de las mujeres, sino que también afecta (su imposibilidad) el de los hombres:

¿Acaso la tremenda fuerza con que aparece en los hombres el impulso a la actividad creadora en todos los ámbitos no nacerá precisamente de su conciencia de desempeñar una parte relativamente pequeña en la creación de seres vivos, que constantemente les empujaría a una sobrecompensación con otros logros?”

Este papel secundario del hombre en la génesis de la vida le lleva a desarrollar, según Horney, un verdadero miedo a la mujer:

El temor del hombre a la mujer está profundamente enraizado en el sexo, como lo demuestra el mero hecho de que solo tema a la mujer sexualmente atractiva, a la cual, aún deséandola ardientemente, tiene que mantener esclavizada. Las mujeres ancianas, por el contrario, son objeto de gran estima, incluso en las culturas en que la joven es temida y por lo tanto anulada”.

Horney también rechazó una de las ideas clásicas del psicoanálisis sobre las mujeres: la tendencia innata al masoquismo.

El problema del masoquismo femenino no se puede relacionar solo con factores inherentes a las características anatómico-fisiológicas-psíquicas de la mujer, sino que hay que considerarlo como acusadamente condicionado por el complejo cultural u organización social en que se ha desarrollado cada mujer masoquista en particular”.

Sacudirse el machismo

En 1932, Horney emigró a Estados Unidos y allí consumó su desprendimiento del modelo clásico freudiano, asumiendo que los conflictos psicológicos están más relacionados con la falta de amor y de atención durante la infancia que con traumas sexuales en edades tempranas. También fue una renovadora de la técnica psicoanalítica, al cuestionar la relación asimétrica y autoritaria entre analista y paciente y apostando por una psicoterapia colaborativa.

En sus reflexiones teóricas, Horney terminó por abandonar su empeño en distinguir las características propias de la psique femenina, ante la imposibilidad de aislar el impacto que sobre la psicología de las mujeres tiene desarrollarse en culturas dominadas por hombres.

Por desgracia, es poco o nada lo que se sabe de mujeres psiquicamente sanas, o de las sometidas a condiciones culturales diferentes, debido a las limitaciones del conocimiento histórico y etnológico”.

En el Día Internacional de la Mujer vale la pena rescatar el pensamiento de Horney, la primera feminista del psicoanálisis, que hace noventa años advirtió:

Si tomamos consciencia clara de la medida en que todo nuestro ser, pensar y hacer se conforman a estos criterios masculinos, comprenderemos lo difícil que es que el hombre individual, y la mujer individual también, lleguen realmente a sacudirse de encima este modo de pensar”.

Lecturas recomendadas de Karen Horney

Karen Horney
Psicología Femenina. Karen Horney. Alianza Editorial
El proceso terapéutico. Karen Horney
El proceso terapéutico. Ediciones La Llave

Por Máximo Peña

Psicólogo, especialista en intervención psicoterapéutica, máster en mindfulness y periodista

9 respuestas a «Karen Horney: feminismo, psicoanálisis y maternidad»

Cada quien es hijo de su época, y Freud fue hijo de la suya. Sin duda, su visión del clítoris como otro falo es fiel reflejo del machismo de su época, machismo del cual nosotros, a nuestra manera, tampoco escapamos…

Excelente análisis de las ideas de Karen Horney sobre la psicología femenina, la maternidad y el machismo. Muy recomendable!

Magnífico aporte hermano! Un gran regalo hoy dia de la mujer, el mundo que hoy conocemos ha sido dominado por los hombres y a su conveniencia. Espero que llegue el dia en que entendamos que somos diferentes y complementarios.

Gracias, Francisco, por tu amable lectura. Cuando la descubrí, para mí Horney también ha resultado sensacional. Me ha gustado mucho un libro, «El proceso terapéutico» (Ediciones La Llave), porque reune ensayos y conferencias de diferentes etapas de su vida, desde posturas freudianas más clásicas, hasta una revisión profunda del psicoanálisis, que en algunos casos supone una ruptura con las teorías de Freud. Me encantan las personas cuyo pensamiento es capaz de evolucionar. Un cordial saludo.

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