La psicoterapia actual nació a finales del siglo XIX, y su origen es inseparable de la figura de Sigmund Freud. Sin embargo, el oficio de psicoterapeuta es mucho anterior, tan antiguo como el sufrimiento emocional y mental humanos. En este sentido es que podemos hablar de Jesús de Nazaret como practicante, a su manera, de la psicoterapia.
Pero no nos referiremos aquí a Jesucristo, el dios teológico, sino al rabí galileo, de carne, sudor y huesos, que sanó a muchos hombres y mujeres de su generación, según concuerda la mayoría de los historiadores. Pero, ¿cómo lo hizo?
“Lo que el sembrador siembra es la palabra”. (Marcos IV, 14)
Con la misma herramienta –entre otras- que utiliza la psicoterapia del siglo XXI: la palabra sanadora.
Psicoterapia y lenguaje
De acuerdo con The American Psychological Association’s la base fundamental de la psicoterapia es el diálogo. Pero ese diálogo puede adoptar las más diversas formas, dependiendo de la orientación del psicoterapeuta.
Desde el diálogo directivo que se da entre el experto en salud mental y el paciente, centrado en la evaluación de síntomas, el diagnóstico de patologías mentales y el tratamiento, de corte cognitivo-conductual; hasta el diálogo colaborativo, como el que se sigue en la psicoterapia constructivista, entre un experto conversacional (el terapeuta) y un experto de sí mismo (la persona que solicita ayuda), orientado a trabajar con los significados personales y las narraciones vitales.
Podemos decir que la psicoterapia es una relación de apoyo e influencia personal, dirigida a afectar de manera positiva el estado de ánimo y el bienestar mental y emocional de las personas, a través del lenguaje.
El psicoterapeuta debe contar con la formación necesaria y disponer de la autoridad que brinda la sociedad. Pero ni siquiera en este aspecto existe consenso, y es posible encontrar psicoterapeutas que no son psicólogos, así como está claro que no basta con ser psicólogo para practicar psicoterapia.
En su época, una parte de la sociedad reconocía en Jesús de Nazaret la autoridad para curar, y mucha gente acudía a él, como maestro de ley, para encontrar solución a sus penas y conflictos personales.
Psicoterapia: el poder sanador de las palabras
En un libro entrañable, La curación por la palabra en la antigüedad clásica, de Pedro Lain Entralgo (1958), que debería ser de lectura obligatoria para obtener los títulos de Medicina (no solo en la especialidad de psiquiatría) y de Psicología, se discurre desde Homero hasta Aristóteles, sobre la constante preocupación griega por la acción psicológica de la palabra, y, por tanto, acerca de su poder curativo.
El empleo de la palabra con propósito sanador lo encontramos ya en la obra homérica, y son varios los poetas y pensadores griegos que se refieren a los “ensalmos” o “hechizos” que hacen cambiar a la persona bajo su influjo persuasivo.
Para Platón, la palabra bella y verdadera tiene el poder de esclarecer y reordenar los ingredientes de la vida anímica (creencias, sentimientos, impulsos, pensamientos…), suscitando en el alma, como una chispa que la enciende, persuasiones nuevas y más nobles que las antiguas.
Aristóteles, por su parte, atribuye a la palabra un triple poder: cuando es razonamiento dialéctico, convence; cuando es discurso retórico, persuade; cuando es poema trágico, purga y purifica (catársis).
¿Y por qué hablamos de los griegos? Porque la Palestina de Jesús no fue ajena al influjo heleno en la órbita mediterránea. Nietzsche lo expresó así: “El cristianismo es platonismo para el pueblo”.
En lugar de la técnica médica que se practicaba en Roma o Alejandría, cada vez más alejada de explicaciones sobrenaturales, y más cercana a los procesos naturales del cuerpo (la escuela hipocrática es cuatrocientos años anterior a Jesús), en la Galilea judía el enfermo era tomado por pecador. Las llagas no hacían sino reflejar una vida alejada del Señor; los signos y síntomas de la enfermedad no identificaban a un enfermo, sino a un culpable. La medicina no era asunto de humores corporales, sino angélicos o demoníacos.
Sin embargo, hasta donde es posible deducir, en el Jesús de la historia (no en el Jesucristo de la religión) ocurre algo curioso. El rabí galileo, en sus sermones y en su actuación pública, no solo recomendaba la oración, sino que la actitud y las acciones de la propia persona también podían salvarla (curarla).
De las palabras dichas por Jesús hace dos mil años, a la gente de su época, en el contexto sociocultural y político en el que vivió, ¿hay conceptos o ideas no religiosos que puedan ser de utilidad para personas, creyentes o no, del siglo XXI?
Yo pienso que sí, pero lo importante es que cada quien examine si tales palabras son de utilidad para su propia persona.
Aquí os dejo una muestra, con la sugerencia de que no os conforméis, si sois creyentes, con la interpretación de los sacerdotes. ¡Acudid directamente a los Evangelios!
Si no sois creyentes, igual podéis leer, dejando a un lado los prejuicios, unos textos plenos de sabiduría, mucha de la cual aún está vigente.
Aceptar el cambio
“Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, permanece solo; pero, si muere, da mucho fruto”. Juan XII, 20
“…y la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo”. Marcos IV, 27
Sobre la necesidad de agradar
“¡Ay!, si todo el mundo habla bien de vosotros…” Lucas VI, 24-26
Ansiedad y miedo
“No se conturbe vuestro corazón, ni se acongoje”. Juan XIV, 27
“Contados están todos los cabellos de vuestra cabeza. Así que no tengáis miedo”. Mateo X, 30
“No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma no pueden matarla”. Mateo X, 28
“¿Y quién de vosotros, preocupándose, puede añadir un codo a la duración de su vida?” Lucas XII, 25
Asertividad y toma de decisiones
“Levántate y sal al medio”. Marcos III, 3
“…y cuando el fruto está maduro, se mete la hoz…” Marcos IV, 29
“Y si alguno no os reciben ni escuchan vuestras palabras, salid de esa casa o de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies”. Mateo X, 13-15
“Toma lo tuyo y vete (…) ¿no me es permitido hacer de lo mío lo que quiero?” Mateo XX, 14
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad a golpes y se os abrirá”. Lucas XI, 9
Autoconfianza
“…si alguno dijere (…) y no vacilare en su corazón, sino que creyere que lo dicho se ha de hacer, se le hará”. Marcos XI, 23
“…el que se mantenga firme hasta el final, ése se salvará”. Mateo X, 22
“Todo es posible al que cree”. Marcos IX, 23
Autocrítica
“Cuando veis levantarse una nube por el poniente, al punto decís: <Viene aguacero> (…) Hipócritas (…) ¿y el tiempo en que estamos, cómo no lo reconocéis? ¿Y cómo de vosotros mismos no discernís lo que es justo?” Lucas XII, 54-57
Autocuidado
“Mirad por vosotros mismos”. Lucas XVII, 3
Autoestima
“Tened sal en vosotros…” Marcos IX, 50
“…erguíos y alzad vuestras cabezas…” Lucas XXI, 28
Ayudar a los otros
“Gratis lo recibisteis, dad gratis”. Mateo X, 8
“…cuando hagas un convite, llama a los pobres (…) y serás dichoso, porque no tienen con qué recompensarte”. Lucas XIV, 12
Coherencia y compromiso
“…mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen y no hacen”. Mateo XXIII, 3
“Quien es fiel en lo mínimo, también en lo mucho es fiel; y quien en lo mínimo es infiel, también en lo mucho es infiel”. Lucas XVI, 10
“…lo que debíamos hacer, eso hicimos”. Lucas XVII, 10
“…donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Lucas XII, 34
“…por el fruto se conoce el árbol”. Mateo XII, 33
Cuidar de las palabras
“Porque de lo que abunda en el corazón habla la boca”. Mateo XII, 34
“De tu propia boca te juzgo”. Lucas XIX, 22
“Nada hay encubierto que no se descubra ni nada oculto que no se conozca”. Lucas XII, 2
“La verdad os hará libres”. Juan VIII, 32
Egocentrismo
“El que quiera ser primero, que sea último de todos y servidor de todos”. Marcos IX, 36
“Todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. Lucas XIV, 8
Atención plena
“Estad alertas, velad, porque no sabéis cuándo será el tiempo (…) no sea que, viniendo de repente, os encuentre dormidos”. Marcos XIII, 33-36
“¡Ojo con vosotros mismos!” Marcos XIII, 9
“Estén ceñidos vuestros lomos y encendidas vuestras lámparas…” Lucas XII, 35
“Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora”. Mateo XXV, 13
Procrastinar
“Lo que vas a hacer, date prisa en hacerlo”. Juan XIII, 27
“…pero no tienen raíces en sí mismos, sino que son inconstantes…” Marcos IV, 17
“Con vuestra constancia adquiriréis la salud de vuestras almas”. Lucas XXI, 19
Resiliencia
“Es menester, con todo, que hoy y mañana, y al día siguiente, siga yo mi camino…” Lucas XIII, 33
Zona de confort
“El que haya encontrado su vida la perderá”. Mateo X, 37
“Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Mateo VIII, 20
Vivir plenamente
“Yo he venido para que tengan vida en abundancia”. Juan X, 10